
Se terminó, que pena, con lo bien que me lo he pasado.
Para contar lo sucedido en la maratón, no creo que simplemente importe lo sucedido durante esos 153 minutos del domingo 30 de noviembre, la verdadera maratón comenzó una tarde de verano en mi casa cuando Esteban Monje me dice "¿corremos la maratón de Donosti?" y yo que en ese momento estaba despistado le contesto que si, sin pensar muy bien en lo que estaba contestando.
A partir de ahí entrenamientos, ilusiones, frío, dolor, cansancio, euforia, disfrute, ánimos, descanso y por fin se acerca el gran día.
Los días previos a la carrera no fueron mis mejores días, pensando incluso el día antes en no acudir a la cita, ingresos hospitalarios, operaciones de urgencia y muchas horas en la sala de espera de un hospital pendiente de mi padre estaban poniendo a prueba mi capacidad de saber asumir las cosas que la vida nos va presentando cada día.
Al final estoy en la salida y suena un disparo que indica que debemos ponernos a correr sin pensar en nada más que los km pasen lo más rápido posible.
Me coloco en el grupo de 2h30 desde la salida, la liebre marca el ritmo y todos los que estamos en ese grupo nos limitamos a seguir el ritmo que marca, pero la primera sorpresa es que la liebre va lenta, pasamos el km 10 en casi 36 min y encima se hecha a un lado y nos deja solos, cuando había anunciado que llegaría hasta el km 30.
A partir de ahí se aceleró el ritmo y el grupo que en un principio era muy numeroso se redujo considerablemente, aún así me sorprendió ver un grupo tan grande (podíamos ser más de 40 corredores).
Los km pasaban, yo no me encontraba muy cómodo, me costaba más de lo que esperaba seguir ese ritmo, quizás por el frío y el viento, pero a medida que pasaban los km el grupo se reducía y yo seguía ahí.
Por la media maratón pasamos en 1h15m 36sg, un buen paso para lograr la marca de 2h30, yo me encontraba un poco mejor a pesar de que el ritmo del grupo no era uniforme, hacía mucho viento y cuando entraba de cara el grupo se frenaba mucho, pero cuando era favorable el ritmo se aceleraba considerablemente.
Por el km 28 pasamos en 1h40m06sg, el ritmo perfecto para lograr el objetivo, de ahí al 32 la media fue de 3m37 un poco lento, los siguientes 2 km a 3m42, perdiendo muchos segundos.
Estábamos en el km 34 y el ritmo bajaba mucho, parece que había miedo, que las fuerzas estaban justas, así que decido marcar yo el ritmo y el siguiente km (km 35) lo pasamos en 3m25, el grupo se rompe en pedazos y yo me voy con otro compañero solos por delante del grupo, km 36 y 3m31, llega el km 37 y lo paso en 3m24, voy bien pero el viento es muy fuerte y veo que el grupo compacto también han acelerado el ritmo por que vienen a escasos 15 metros detrás de mi, así que decido esperar un poco para resguardarme del viento, ese km que ya es el 38 lo paso en 3m42.
En el km 38,5 está el último avituallamiento, allí está Inma animándome a tope, voy bien de fuerzas y muy motivado, en ese momento me doy cuenta de que las 2h30 ya las tengo en el bolsillo, así que marcho feliz y contento por lograr mi objetivo.
El grupo es ya muy pequeño, unos 10 o 12 corredores, cuando de repente al girar en una esquina camino del km 39 me encuentro cara a cara con el destino que me dice: " a donde vas?, que te crees que preparando tú primera maratón en solo 6 semanas vas a lograrlo tan fácil?, venga chaval, no seas iluso..."
Así que en el km 39 en una de mis zancadas, mi pie derecho vuelve a tocar el suelo una vez más, empuja hacia atrás e impulsa fuerte para elevar y hacer avanzar mi cuerpo hacia la meta. Es algo que había hecho esa mañana más de 12.200 veces, pero justo cuando estaba impulsando sentí un dolor tremendo en el gemelo, impidiéndome correr con normalidad e inmediatamente me paré.
Estiré e intente seguir corriendo, pero era imposible, mientras veía como el grupo que tantos km me habían acompañado se alejaba, mis aspiraciones por las que llevaba luchando más de 2h desaparecieron en un solo segundo.
Seguí como pude, cojeando y parando a estirar a ver si se pasaba, pero nada, ahora el objetivo era llegar a cruzar la meta, solo eran 3 km, pero serían los más duros, km 40 en 4m37, el 41 en 4m28 y el 42 en 4m56, por fin entro en el estadio y cruzo la meta de mi primera maratón, 2h 33 min.
Allí estaban todos mis compañeros de grupo esa mañana, todos en 2h30, contentos y felices y yo igual de contento pero cojo.
Pero la maratón no termina al cruzar la meta, la maratón terminó esa tarde en una cafetería del paseo de La Concha, en el peine de los vientos, tomando una infusión con el verdadero culpable de toda esta experiencia, Esteban Monje.
Muchas gracias Esteban, por embarcarme en este viaje...
a Alix, por mantenerme motivado y dejarme esas pedazo de zapatillas que fueron genial
a todos los que me habéis motivado en este blog, porque sin saberlo me habéis ayudado mucho
y a Inma, por todo...